Javier (nombre ficticio) va a sexto de primaria en un colegio público y, como cada lunes, su madre viene arrastrando la mochila para ayudarle. «La compramos de rueditas porque si no, no hay quien pueda con ella», señala ella. Él, por su parte, lleva otra mochila a la espalda, de las tradicionales, donde tiene el material para gimnasia: chándal, zapatillas chinas, toalla... Javier es, por mucho, el más grande de su clase. Pesa 61 kilogramos, pero entre las dos mochilas traslada ocho kilos y medio, es decir, un 13,9% de su peso corporal. Se trata de una cifra superior a lo recomendado por los médicos, que indican que los niños no deberían cargar con más del 10% de su peso. Y su madre acota: «Hay niñas más pequeñas, más menudas, que van a la misma clase y tienen que cargar con lo mismo que él».
Javier es uno de los seis chicos y chicas (ver cuadro anexo), de diferentes niveles educativos, que se prestaron voluntarios para que les pesáramos con y sin sus mochilas. La pretensión era, simplemente, buscar un ejemplo de lo que podían pesar los bultos. El resultado fue que sólo uno de ellos, el más grande, transportaba menos del equivalente al 10% de su peso corporal. Su mochila pesaba, eso sí, 7,1 contundentes kilos.
Digital, pero a medias
Una de las novedades de este año en las mochilas de los escolares es el hecho de que 21 colegios de la demarcación participan en la primera fase de despliegue de los ordenadores portátiles. Uno de los centros piloto de Tarragona es el IES Martí Franqués. El director del instituto, Joan Giné, explica que en su centro son 125 los alumnos de primero y segundo de ESO que participan en el programa. Estima que, de momento, esto puede suponer eliminar el 40% de los contenidos escritos.
Nos acercamos a la salida del centro para comprobar si la digitalización ha logrado aligerar el peso de las mochilas y la respuesta contundente de los chicos y chicas que encontramos es que «todavía pesa muchísimo». Más de uno tiene la curiosidad de poner su bulto sobre la balanza. Con el portátil dentro ninguno pesa menos de cinco kilogramos. Nos explican que no es que el aparato sea demasiado grande, sino que todavía tienen libretas para todas las asignaturas, además de algún libro que les tocaba llevar a casa.
En cuanto a instrumentos tecnológicos, los expertos apuntan a que será más bien el libro electrónico o e-book el que consiga, de una vez por todas, acabar con la carga excesiva de material escolar.
Hasta en la hora del bocadillo
La medición sirvió además para constatar que el saber sí ocupa lugar, especialmente a medida que los niños se hacen mayores, puesto que la mochila cada vez que se pasa de curso escolar pesa más.
Así se queja un grupo de jóvenes de otro instituto de la ciudad. Las encontramos en la calle, en la hora del bocadillo, y todavía cargan con las pesadas mochilas. Estudian bachillerato y explican que van «con la casa a cuestas» por miedo a que les roben los libros. Dicen que en el instituto no hay dónde dejar el material. «Hay unos carteles que lo dicen en las clases, que los salones no se cierran cuando los alumnos salen». Una de las jóvenes explica que viene de La Canonja al centro de la ciudad. «Paso todo el día con esto a cuestas, mira cuánto pesa», señala.
En otros centros sí que hay taquillas habilitadas, como en el Martí Franqués, pero hay que pagarlas. El alquiler es de 50 euros anuales, pero se puede alquilar junto a un compañero para que sea un poco más económico.
Preocupación familiar
El tema preocupa a no pocos padres y abuelos, en parte porque muchos son los encargados de transportar los libros. Una madre recuerda que fue a hablar el año escolar pasado para conseguir que su hijo, que cursaba entonces quinto de Primaria, no tuviera que cargar con todos los libros de la casa al colegio y del colegio a la casa. En el centro la respuesta fue que hacían las cosas de esta forma «para que el niños se acostumbrara para cuando llegara a ESO». Ante la insistencia de la madre permitieron al niño dejar en clase los libros que no necesitaba para hacer los deberes. «Me dijeron que harían la vista gorda para que no se llevara todo cada día», señala.
Y mientras, los más pequeños, preguntados por la carga que llevan cada día, también tienen su opinión. Una niña de ocho años, que acaba de comenzar tercero de Primaria, estrena sus recién adquiridos conocimientos sobre los huesos del cuerpo cuando se le pregunta sobre la moderna mochila que lleva a cuestas. «Pesa demasiado, siento una presión aquí (señala con el dedo), en la clavícula y el omoplato», dice.